Comenté tiempo atrás que descubrir la LIJ, esto es, la Literatura Infantil
Juvenil,sus bordes y desbordes, gracias a mi trabajo en la biblioteca, se
convirtió en mi América indómita lista a ser experimentada. Un universo con
vocabulario conocido pero con un lenguaje que me era sorprendentemente
ignorado.
Será, creo yo, que sin importar el público objetivo, la imagen y la palabra
se unen en combinaciones infinitas y conmovedoras para cualquiera. He adorado a
escritores e ilustradores de las más distintas extravagancias, como a Max Velthuijs y su
simplísimo sapo, a los gorilas surrealistas de Anthony Browne, las
tiernas y bellísimas historias del guapo Oliver
Jeffers, entre muchos otros, de los que me gustaría escribir
luego.
De todos los editores que convierten en realidad las obras de estos artistas,
Barbara Fiore Editora es,
definitivamente, quien tiene en su catálogo los más exquisitos, interesantes y
rupturistas ejemplares a los que he podido tener acceso. Ya había referido
brevemente el fantástico Greta la
loca, una pieza solo para valientes, del que podría explayarme en otra
ocasión, porque ahora pongo aquí, ante ustedes, mis pacientes lectores, el libro
más genial que jamás haya podido conocer: El árbol
rojo, de Shaun Tan.
La razón de mi predilección es simple y dura: todo lo que sale en ese libro
lo viví, en carne propia. Así, tal cual. Puedo decir que el universo enigmático
que Shaun Tan ilustra es tan verdadero como terrible. Seguro que,
lamentablemente, no soy la única que puede ratificarlo. Cuánto, digo yo, me
hubiera gustado tener ese libro en mis manos hace unos seis años atrás para
haberlo usado como una enciclopedia, que me ayudara a entender tanta
desesperación sin razón: "mira aquí, mamá, es así como me siento
ahora".
La depresión, cuando se desconoce, destruye aún más el alma y el cuerpo que
cuando ya se la ha identificado. Esa perspectiva caótica del mundo parece ser
inexplicable, intraducible, inentendible para el afectado como para el
expectante, salvo para el siquiatra que no por nada se ha pasado una década
estudiándola. Pero el siquiatra poco importa a la hora de la sobrevivencia
cotidiana. Shaun Tan y su árbol rojo sí, porque materializa lo inmaterial de los
sentimientos y las sensaciones, además de hacerlas poéticas, bellísimas,
profundas y las deja disponibles para todos nosotros.
Amigos, si pueden, vean el libro El árbol rojo. Veánlo cada vez que
puedan, con otros ojos, con todos los ojos posibles, porque no hay límites para
el dolor como para la belleza.
Con muchas hojas del árbol rojo para mi hermana Bárbara.
Desde http://ursulastarke.blogspot.com
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