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lunes, 26 de julio de 2010

De un árbol rojo. Reflexiones tempranas en torno a la LIJ

Comenté tiempo atrás que descubrir la LIJ, esto es, la Literatura Infantil Juvenil,sus bordes y desbordes, gracias a mi trabajo en la biblioteca, se convirtió en mi América indómita lista a ser experimentada. Un universo con vocabulario conocido pero con un lenguaje que me era sorprendentemente ignorado.
Será, creo yo, que sin importar el público objetivo, la imagen y la palabra se unen en combinaciones infinitas y conmovedoras para cualquiera. He adorado a escritores e ilustradores de las más distintas extravagancias, como a Max Velthuijs y su simplísimo sapo, a los gorilas surrealistas de Anthony Browne, las tiernas y bellísimas historias del guapo Oliver Jeffers, entre muchos otros, de los que me gustaría escribir luego.
De todos los editores que convierten en realidad las obras de estos artistas, Barbara Fiore Editora es, definitivamente, quien tiene en su catálogo los más exquisitos, interesantes y rupturistas ejemplares a los que he podido tener acceso. Ya había referido brevemente el fantástico Greta la loca, una pieza solo para valientes, del que podría explayarme en otra ocasión, porque ahora pongo aquí, ante ustedes, mis pacientes lectores, el libro más genial que jamás haya podido conocer: El árbol rojo, de Shaun Tan.
La razón de mi predilección es simple y dura: todo lo que sale en ese libro lo viví, en carne propia. Así, tal cual. Puedo decir que el universo enigmático que Shaun Tan ilustra es tan verdadero como terrible. Seguro que, lamentablemente, no soy la única que puede ratificarlo. Cuánto, digo yo, me hubiera gustado tener ese libro en mis manos hace unos seis años atrás para haberlo usado como una enciclopedia, que me ayudara a entender tanta desesperación sin razón: "mira aquí, mamá, es así como me siento ahora".
La depresión, cuando se desconoce, destruye aún más el alma y el cuerpo que cuando ya se la ha identificado. Esa perspectiva caótica del mundo parece ser inexplicable, intraducible, inentendible para el afectado como para el expectante, salvo para el siquiatra que no por nada se ha pasado una década estudiándola. Pero el siquiatra poco importa a la hora de la sobrevivencia cotidiana. Shaun Tan y su árbol rojo sí, porque materializa lo inmaterial de los sentimientos y las sensaciones, además de hacerlas poéticas, bellísimas, profundas y las deja disponibles para todos nosotros.
Amigos, si pueden, vean el libro El árbol rojo. Veánlo cada vez que puedan, con otros ojos, con todos los ojos posibles, porque no hay límites para el dolor como para la belleza.


Con muchas hojas del árbol rojo para mi hermana Bárbara.








Desde http://ursulastarke.blogspot.com

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