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domingo, 25 de enero de 2015

Nos estamos tomando una pausa...

Ilustración de Jutta Bauer
Mientras tanto, pueden aprovechar todo el contenido publicado hasta ahora en el blog. Siempre atentos a sus comentarios y sugerencias. ¡Nos vemos!
viernes, 14 de noviembre de 2014

Entrevista: María José Ferrada


María José Ferrada (1977) ha tenido un año 2014 estupendo. Y eso significa que ha sido estupendo para la LIJ chilena también, gracias a su enorme contribución como escritora. Desde que obtuvo el Premio Internacional de Poesía para niñas y niños Ciudad de Orihuela, no ha parado de publicar maravillosos libros y obtener reconocimientos. Si bien solo una breve leída a sus libros nos responde la pregunta con respecto al origen de su éxito, Blij ha querido indagar aún más en su trabajo a través de esta entrevista. 

Todos los días estamos discutiendo sobre la definición de  literatura para niños o la literatura infantil como género, ¿por qué escribes poesía para niños o infantil? ¿Qué hace que una escritora decida entre escribir un fantástico libro sobre bichitos o un libro de poesía para adultos?

Yo creo que es una decisión que no se da tanto a partir de una reflexión anterior como de la comodidad que sientes en un registro. Como te conté alguna vez, comencé intentando escribir poemas para adultos pero nunca me sentí muy cómoda en ese formato, después me topé con la escritura para niños (tengo un hermano mucho menor que yo y comencé a hacerle libros) y definitivamente me sentía mucho más cómoda. 

"Niños"
En el contexto de la poesía,  tú eres de las pocas escritoras chilenas que se dedica a hacer un trabajo de alta calidad para niños. ¿Compartes la visión sobre lo poco trabajado que está el campo de la poesía infantil en Chile, si lo comparamos con otros países latinoamericanos? ¿Nos dejó muy alta la vara Mistral o simplemente no podemos despegarnos de ella? 


Sí, es verdad, en Chile se produce muy poca poesía para niños si nos comparamos con países como Argentina, Colombia o México. No creo que tenga que ver con la Mistral, pero tampoco sé con qué tendrá que ver….tal vez con que recién ahora se comienza a reflexionar en torno a la importancia de que los niños tengan  acceso a distintos tipos de lectura. Esa reflexión en países como México Venezuela o Colombia tiene mucho tiempo, acá recién estamos poniéndonos de acuerdo sobre lo que debería incluir o no un plan nacional de fomento lector. En eso muchos países latinoamericanos nos llevan una enorme ventaja.

Pero también puede tener que ver con esa tendencia que tenemos los chilenos a tomarnos muy en serio, todos creemos que estamos cambiando la literatura chilena, incluso latinoamericana, tenemos esa idea, inventada por nosotros mismos, de que en Chile se escribe mejor que en el resto de Latinoamérica y no es así. Hay cosas buenas, pero en otras partes también hay cosas muy buenas. En ese sentido creo que la literatura infantil es bastante más humilde. No hay  mucha crítica especializada, en ese sentido estás escribiendo directamente para un lector, que tiene otra relación con el libro que la que tiene un adulto.  A mí los niños me han dicho desde “oye, te quiero mucho” después de una lectura, o “creo que me gusta más el cuento de los tres chanchitos ¿puedes escribir algo así?”. Es otra cosa, el trabajo con niños, creo que no tiene nada que ver que el trabajo con lectores adultos. 

"Notas al margen"
Por último, ¿qué recomiendas a los autores que quieran atreverse a escribir para niños? ¿existen diferencias con las competencias que debe tener un autor que escribe principalmente para adultos?

Creo que primero tienen que probar si se sienten o no cómodos en esa voz. Si se sienten cómodos deben acordarse de cuando ellos eran niños, qué cosas eran las que les gustaba mirar, por ejemplo. Y el resto es lo mismo que en todos los oficios: leer mucho, escribir mucho, corregir.
jueves, 6 de noviembre de 2014

Entrevista: Paula Rivera Donoso y la Fantasía Literaria

Como lo habíamos prometido, comenzamos a publicar entrevistas en nuestro blog: escritores, ilustradores, editores, entre otros, serán convocados a reflexionar sobre la LIJ en toda su envergadura. Esperamos que este sea un espacio de comunicación y diálogo entre todos.
Y tenemos el placer de inaugurar este espacio con una entrevista a la escritora chilena Paula Rivera Donoso (Viña del Mar, 1987), a quien queremos agradecer haber tenido la paciencia de contestar nuestra batería de preguntas.

Licenciada en Letras Hispánicas y Diplomada en Literatura Infantil y Juvenil, se ha desempeñado como editora y crítica literaria en pequeñas iniciativas independientes centradas en la literatura de Fantasía.

Como autora, ha publicado la novela de Fantasía La niña que salió en busca del mar (Ediciones Universitarias de Valparaíso, 2013), el micropoemario de haikus Ventanas (Hebra Editorial, 2010) y cuentos en algunas antologías, entre las que destaca la futura The Best of Spanish Steampunk (Nevsky Ediciones, 2015). Sus intereses estéticos y académicos son la Fantasía, los videojuegos y la literatura infantil.

¿Por qué decides escribir para un público tan complejo como el juvenil? ¿Cuál es el motivo que te lleva a escribir un libro para ellos y no un libro para adultos?

Esta pregunta me llega en un momento de cuestionamiento y reflexión respecto a mi naturaleza como autora.
Honestamente, no estoy pensando en un “público objetivo” al momento de escribir, o no como podría esperarse normalmente. Lo principal para mí es contar una historia que me importe de la forma que me resulte más sincera y hermosa, según mis capacidades. El único público objetivo en el que puedo pensar es en personas que, independiente de su edad, compartan parte de mi imaginario, porque siento que eso podría ayudarles a tener una mejor experiencia de la obra y favorecer que llegasen a disfrutarla.

Por supuesto, estoy siempre abierta a todo tipo interpretaciones y, en general, he tenido valoraciones positivas y muy curiosas de los lectores que se han comunicado conmigo. Con todo, creo que no entender la Fantasía o no sentirse cercano a ella como lector podría generar una pérdida importante de la esencia de mis historias, porque justamente las escribo desde ella.

Que estas historias pudiesen resultar eventualmente más cercanas a los lectores juveniles, creo, podría relacionarse con la intensidad particular de cierto tipo de adolescencia y de la búsqueda de su destino. Y es que la Fantasía es también eso: intensidad y destino. Dos conceptos que, en mi opinión, están bastante extraviados en la literatura “adulta” contemporánea de la que más se habla hoy en día.

Los jóvenes en los que pienso suelen estar inmersos en un viaje interno bastante complejo y solitario, porque suelen tener una sensibilidad muy distinta al grueso de sus pares, y ni que decir que del mundo adulto. A veces, pareciera que ese adjetivo se usa sólo para hablar de sexo, violencia y política, cuando el proceso de convertirse en adulto y vivir la adultez es algo muchísimo más complejo. Si pienso en varias obras “adultas” contemporáneas que han sido renombradas, ya sea por méritos artísticos o tan sólo por ser muy populares, casi todas calzan con esta concepción. Y, para peor, exponiendo una visión nihilista o pesimista: no hay esperanza, somos todos unos fracasados. Qué novedad.

En ese sentido, siento que ese tipo de mirada “adulta” es completamente pueril, pues preserva lo peor de la infancia y lo peor de la adolescencia. Por ello, aun cuando no piense específicamente en un rango etario en particular cuando escribo, sin duda apunto a un ser niño, ser adolescente y ser adulto bastante distintos a esto que acabo de describir. Busco contarle una historia a quien aún crea que puede sostener la esperanza en sus manos agrietadas, yo entre ellos. Porque también me cuento mis historias a mí misma, a la niña y la adolescente que aún viven en mi cuerpo y mente adultos. No a quien fui antes, sino a quien sigo siendo ahora, a pesar de los años.


Si lo anterior me hace o no merecedora del título “autora/escritora de literatura infantil o juvenil”, es prácticamente irrelevante, creo, para lo que verdaderamente importa. Puede resultar impráctico e inviable en términos de industria y fomento lector, pero es la vía más sincera que conozco. La única.

Una de las áreas que más se explota en la literatura juvenil es la fantasía ¿por qué la fantasía resulta tan atractiva para los jóvenes? ¿Cuál es tú visión del panorama chileno al respecto? ¿Qué papel juega el mercado en todo esto?

Señalaste tres conceptos que detesto: explotar, éxito de ventas, mercado. Los tres, a la vez, son tremendamente ilustrativos para representar lo que está pasando con la Fantasía a nivel mundial: se ha vuelto una moda más.

La industria editorial privilegia obras de marcado carácter comercial, de lectura adictiva y fugaz, que “enganchen”. Lamentablemente, creo que la visión que actualmente se tiene de la “fantasía” en el público lector general proviene de este proceso de marginación o censura de otras obras, que hayan nacido de un interés y voluntad artísticos antes que por tendencia o diversión.



Me preguntas por qué la Fantasía resulta tan atractiva para los jóvenes, pero esta pregunta está inserta justamente en un contexto de mercado. He leído y oído muchísimas veces que esto se debería al deseo de conocer otros mundos para huir del “real”. El deseo, también, de sentirse identificado con los protagonistas, usualmente seres ordinarios que se convierten en héroes a través de la adquisición del poder. En otras palabras, escapismo, justamente lo que jamás ha sido la Fantasía en su expresión más literaria.

A mi juicio, la industria se ha aprovechado de la curiosidad natural de los jóvenes por los aspectos característicos de la Fantasía para hacer de estas inquietudes un negocio. A nuestra sociedad le conviene hacer de la ficción un producto fácil de digerir y que aparte progresivamente a sus lectores de la capacidad crítica y de cuestionamiento.

El problema, entonces, es la irresponsabilidad de insistir en rotular como “fantasía” obras de naturaleza comercial que en su esencia son totalmente contrarias a la verdadera Fantasía, la escrita por autores que fundaron y reformularon su estética desde un compromiso artístico real.

Autores que, en sus historias, buscaron dar a conocer existencias distintas, pero más para reflejar el potencial de la imaginación como instrumento subcreador que para huir de nuestra realidad. Que, de hecho, siempre escribieron la posibilidad del regreso, tanto para el lector como para sus personajes, los que, por cierto, rara vez calzan totalmente con el modelo de “héroe” tradicional.

Por lo anterior, siento que se les niega a los adolescentes la posibilidad de conocer y entender esta Fantasía, cuando sin duda podría ser una experiencia tan desafiante como significativa para algunos.

Incluso movimientos e iniciativas de fomento lector parecen insistir en autores y obras de fantasía comercial en sus actividades. Al respecto, puedo entender que prime ante todo el deseo de afianzar el gusto por la lectura en los jóvenes, pero creo que en muchos casos no es necesario redundar en lo que la industria misma ya está imponiendo. Al contrario, creo que el rol de un mediador profesional pasa también ayudar a expandir fronteras lectoras e ir más allá de lo impuesto por la mayoría, sobre todo por fines económicos.

Esa reiteración de títulos que se han vuelto famosos de una u otra forma se ve complementada por un gran desconocimiento por otros trabajos. Me parece que hay un inexplicable conformismo en esta situación, pues muchos clásicos o referentes de valor estético podrían plantearse como interesante contrapunto de lectura a obras contemporáneas. Me cuesta pensar que a un adolescente crítico no le interese conocer los orígenes o principales hitos de la Fantasía que ha conocido en sus expresiones más actuales. ¡Me cuesta pensar que a un lector de corazón no le interese tomar un riesgo semejante!

Y es que la experiencia lectora es riesgo, siempre. Es la gracia. La Fantasía, sobre todo, debe cambiarte. Nadie puede entrar a Faërie, el Reino de las Hadas, y volver como si nada. Nadie que haya entrado ha vuelto como antes; todos los que lo han hecho lo saben.

Tristemente, la situación en Chile me parece bastante cercana a la visión de la fantasía como producto de mercado, sin las ventas millonarias. A partir de mi experiencia pasada como lectora y crítica literaria de literatura fantástica chilena, puedo decir que siento que la mayoría de sus escritores y de las editoriales que los publican no tienen interés en la Fantasía como estética. Baste mencionar que no hay figuras que te remitan a la potencia ni relevancia literaria de la argentina Liliana Bodoc, por ejemplo.

Se ha terminado valorando más la mera publicación de la obra, el sentido de comunidad superficial entre escritores, el contacto con los lectores por un par de horas y las ventas, antes que una preocupación genuina por escribir nuestras historias de la manera más sincera, bella y responsable posible, para honrar a los autores que amamos e intentar siquiera cambiar de alguna forma y por unos instantes la vida de alguien, una sola persona siquiera.

De modo que, en suma, mi visión personal del panorama chileno de literatura fantástica en general es desolador. Puede que funcione en términos de movimiento y visibilidad, pero si las obras que se están escribiendo no tienen valor estético ni sus autores tienen la intención de consagrar su vida a la estética en sus creaciones, para mí nada de lo anterior tiene sentido.

Y esto lo dice sobre todo mi yo adolescente (2001-2005). Recuerdo bien mi frustración al ver que nadie parecía entender el tipo de Fantasía que yo buscaba y mis dificultades por encontrar historias que me fueran significativas. De alguna forma, el contexto actual es aún peor para el adolescente que se halle en circunstancias similares. La palabra “fantasía” hoy aparece en todas partes, nombrando cosas muy distintas, a veces hasta opuestas, casi siempre irrelevantes y domesticadas. Es fácil confundirse y extraviarse en fuegos fatuos.

Pero sé que aún hay adolescentes —pocos— que en verdad se sienten atraídos por la estética y el imaginario de la verdadera Fantasía, aun sin estar en condiciones de identificarlos como tales.

De verdad espero que este pequeño puñado pueda encontrar algún día aquellas historias que los lleven a entrever Faërie. Resistan. La experiencia les puede cambiar la vida. Lo sé, porque yo la he vivido. 

Para terminar, ¿qué títulos recomiendas a quienes no tienen un acercamiento a la fantasía, para empezar a leerla? Elige tus imprescindibles y por qué los consideras imprescindibles.

En esta pregunta hay dos miradas distintas. No necesariamente las obras que yo considero imprescindibles podrían ser las más pertinentes para quienes no tienen un acercamiento a la Fantasía, porque para entonces es muy probable que tengan preconcepciones erróneas o hasta despectivas de ellas a causa de la cultura popular.

Obviamente, me vería en la necesidad de mencionar autores y obras que son bien conocidos en este contexto, como El señor de los anillos de J.R.R Tolkien, aunque en mi caso lo haría por razones distintas a las usuales. Creo que prefiero, entonces, señalar obras mediana o escasamente conocidas y que podrían ayudar a conectar al potencial lector con un imaginario de Fantasía más cercano al cuento de hadas literario que a la épica o al barniz comercial.

1) La llave de oro, de George MacDonald
“The Golden Key”, de la obra Dealings with the Fairies (1867).


Si hubiese que nombrar a un autor de Fantasía desplazado por la crítica, la teoría, la industria editorial y los lectores (al menos en un contexto hispano), ese sería MacDonald. Maestro indirecto y antepasado estético reconocido de J.R.R Tolkien y C.S Lewis (sobre todo de éste último), este autor es a la vez una influencia implícita y un referente obligado para todo autor y lector de Fantasía que se asuma como tal.

Entre sus cuentos de hadas literarios, destaca especialmente “La llave de oro”, una extrañísima y potente historia del encuentro de dos niños que acceden al Reino de las Hadas y del viaje casi infinito que emprenden juntos y luego separados, para volver a reunirse.

MacDonald es un estilista lleno de oraciones en las que parecen encerrarse verdades largamente olvidadas. La lectura de sus relatos es una experiencia bella, pero también desconcertante, apta sólo para lectores que acepten adentrarse de corazón en ella. No está de más recordar, por cierto, que no es un autor de literatura infantil, como erróneamente se piensa.

2) El herrero de Wootton Mayor, de J.R.R Tolkien
Smith of Wootton Major (1967)

Una faceta muy poco conocida en Tolkien es la de escritor de cuentos. Una lástima, porque sus relatos son una maravilla en diversidad y calidad. Quien insista en clasificar a este autor como “escritor de fantasía épica” haría bien en darse una vuelta por ellos y luego opinar.

El cuento que recomiendo ahora es particularmente especial: resulta un reflejo ficcional magnífico de la poética del propio autor respecto a la Fantasía como estética literaria. Los principales elementos que explicara en su ensayo “Sobre los cuentos de hadas” están aquí: la evasión (no confundir con escapismo) del protagonista al Reino de las Hadas, la renovación de su mirada y el consuelo que le provee la eucatástrofe que supone en él la experiencia hermosa y terrible de conocer Faërie y tener que renunciar a ella.

Por lo anterior, pero sobre todo porque es un cuento de hadas bellísimo, es mi obra favorita de Tolkien y un imprescindible a ojos cerrados.

3) Un mago de Terramar, de Ursula K. Le Guin
A Wizard of Earthsea (1968)

A mi juicio, Le Guin, que también escribe ciencia ficción, es la última gran autora de Fantasía que nos queda con vida. Nadie más está a su altura. Nadie. Entre una legión de imitadores de imaginario y estilo mediocres que hasta el día de hoy campean con sus relatos épicos, Le Guin parece más que nunca la heredera literaria directa de Tolkien.

Este primer libro de Historias de Terramar, que narra la historia de juventud de Ged desde su conversión en mago hasta vencer su primera gran prueba como ser humano, es un magnífico ejemplo de cómo escribir una historia de Fantasía con un sello propio, pero bebiendo de la tradición de los clásicos. El estilo de Le Guin expresa un sentido poético más condensado y explícito que el de Tolkien, con un ritmo contemplativo y reflexivo, casi intimista en la relación del protagonista con el poder y su crecimiento como hombre y como mago. Este libro en particular, además, reelabora nociones junguianas como el concepto de la sombra y la integración con uno mismo. Hay mucho de filosofía y pensamiento oriental en las obras de Le Guin, que fluyen como una ola sobre las páginas.

En suma, una pequeña gran joya que supone el comienzo de una de las historias más memorables de Fantasía contemporánea.

4) La historia interminable, de Michael Ende
Die unendliche Geschichte (1979)

Probablemente una de las mejores obras autoconclusivas de Fantasía jamás escritas y una de las historias que más fielmente representa la experiencia lectora desde este afán por conocer y adentrarse —en este caso, literalmente— en los mundos leídos. Metaficción y metafantasía abordadas de una forma que resulta lo bastante atrayente y significativa para el lector crítico joven, pero también lo bastante compleja para que el lector adulto, también crítico, las resignifique continuamente.

A quien piense que la Fantasía es escapista y falsa le hará bien una lectura analítica de la segunda parte de la obra, en la que el protagonista logra salvar el mundo ficticio al que ha llegado a través de su lectura gracias a su nuevo poder. Tras su victoria, sin embargo, será este poder el que comience a convertirse poco a poco en la desintegración de su identidad y el extravío de su sentido de destino; en suma, en su perdición.

Ende también plasma en la obra una crítica despiadada a los detractores de la importancia de la ficción en nuestro mundo, degradándola a “mentira” a causa del miedo y la mediocridad, algo que cada día parece más contingente, por desgracia.

En suma, esta es una obra bellísima, pero también muy dolorosa. Necesaria.

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Blog de Paula Rivera Donoso: Tierra de Fay
jueves, 9 de octubre de 2014

Cuentos para niños no tan buenos de Jacques Prévert

Cuentos para niños no tan buenos
Ilustraciones: Elsa Henríquez
Traducción: Juan Gabriel López Guix
Año: 2011

Llegar a este libro no fue fácil. Desde que lo vimos mientras husmeábamos en la librería, hasta que logramos comprarlo, pasaron años. Pero la anécdota en verdad es que lo hayan tenido en la librería Antártica, que no es para nada especializada y, además, que lo hayan tenido en la sucursal de San Bernardo, la ciudad de Chile donde vivimos. ¡Qué suerte!
Para empezar, nada sabíamos de Jacques Prévert ni lo andábamos buscando: nos llamó la atención el magnífico título, lo que fue suficiente para prendernos de este libro. ¿Son los niños los no tan buenos, o son los cuentos? Por lo menos les podemos asegurar que los cuentos son excelentes, así que los "no tan buenos" deben ser los niños.
Jacques Prévert fue un autor multifacético francés que estuvo alineado al surrealismo y a su ineludible influencia en la primera mitad del siglo XX. Por otro lado, Elsa Henríquez fue su contemporánea, compañera surrealista también, por lo tanto esta edición que trae la magnífica Libros del Zorro Rojo es tal cual la original de 1947.

Según la biografía del autor que viene al final del libro "Su estilo satírico, colmado de fantasía y sentido del humor da testimonio de su compromiso y compasión por los más humildes. Sus ataques verbales contra los gobernantes y las instituciones acreditan la imagen de un poeta libertario, sensible a los acontecimientos del mundo, que se rebela ante cualquier forma de opresión social. Malabarista de las palabras, Prévert utilizó en su escritura todos los trucos del idioma". No debe ser fácil traducirlo y mantener la frescura de su escritura, por lo que agradecemos que en esta edición hayan tenido tan buen cuidado en ello, porque se nota.
Vamos a los cuentos. Todos los protagonistas son animales que no la están pasando muy bien: oprimidos, enjaulados, pasados a llevar, narran historias de injusticias y absurdos de manera bastante certera, sin remilgos ni melosidades que le terminen quitando el peso a su situación. Aunque tampoco olvidan que los principales lectores de sus aventuras son niños. El avestruz le dice a Pulgarcito en "El avestruz":

"Vaya, así que el señor Pulgar te pegaba. ¡Eso es inadmisible! Los hijos no pegan a los padres, entonces, ¿por qué los padres tienen que pegar a los hijos?"

El cuento "Escena de la vida de los antílopes" tiene un gran mensaje animalista y otro antirracista. En "El dromedario descontento" un dromedario-niño se aburre en una conferencia y se hace escuchar. Siguiendo la línea, "El elefante marino":

"El elefante marino no sabe hacer otra cosa más que comer peces, pero es algo que hace muy bien. Parece ser que, antiguamente, había elefantes marinos que hacían malabarismos con armarios, pero resulta imposible saber si es verdad... ¡Ya nadie quiere prestar el suyo para comprobarlo!
El armario podría caerse, el espejo romperse y eso sería muy costoso; porque al hombre le gustan mucho los animales, pero le tiene más cariño a sus muebles." 

Luego, "La ópera de las jirafas" que tiene como subtítulo "Ópera triste en varios cuadros". En "Caballo en una isla" un caballo reflexiona y prepara un alzamiento junto a los caballos más pobres en contra de los hombres que los han esclavizado. En "El joven león enjaulado" volvemos a encontrarnos con el sinsentido del abuso a los animales y humanos, al igual que en "Los primeros burros", el último cuento del libro.
Como lo hicimos notar antes, este es un libro bastante animalista de buenas a primeras, pionero en su época de seguro, pero esa actitud se extiende también a estar contra el racismo, el imperialismo, el capitalismo. ¿Un libro rebelde? Más bien un libro anarquista, a nuestro parecer -aunque este término se encuentre en una situación delicada en nuestro país- pues se inspira en ese anarquismo natural del que son orgullosa presa los niños a cierta edad, en la que cuestionan todo, se niegan a la autoridad y logran tener una sintonía única con los animales. Qué genial fue nuestro amigo Jacques Prévert.
Para terminar, por favor, si tienen la oportunidad de leerlo, no dejen de hacerlo. Y si lo pueden comprar, mejor. Y si lo median a un niño, qué afortunado el niño va a ser.

Dónde encontrarlo:

miércoles, 8 de octubre de 2014

¡Pronto!

Más diálogo, más discusión, más entretenido: entrevistas en Blij.

jueves, 2 de octubre de 2014

El libro ocioso de 31 Minutos

Autor: Andrés Sanhueza
Editorial: Hueders-Aplaplac
Año: 2014

No logré detectar específicamente cuándo comienzan a aparecer los libros de actividades o libros que se pueden intervenir en la historia del libro, pero mi mamá en los años 60 ya accedía a ellos de niña: coloreables, recortables, libros para vestir muñecas de papel, entre otros. Yo misma me deleité con ellos y era obligación que, al caer enferma en cama por unos días, me debían comprar libros para pintar, porque así "se mataba el tiempo", tal como argumentan Bodoque y Huachimingo con respecto a esta nueva edición literaria del universo del programa de tv 31 Minutos.


En Buenos Aires me quedé pasmada con el libro de actividades de Liniers y sus personajes, Mamarracho, ya que trasgredía todos los límites de los clásicos libros de actividades que uno encuentra en librerías: no obligaba a pintar dentro de las líneas, a recortar por la línea punteada, a seguir las instrucciones. Por el contrario, instaba a sus usuarios a crear, crear y crear, con pequeños pies forzados o tips. Y todo tipo de creaciones, no solo pintar, también escribir, hacer las propias historietas, entre otras curiosidades.

En la mismita línea aparece este fantástico libro de actividades de 31 Minutos de la mano de Andrés Sanhueza, quien vuelve a demostrarnos su atiborrado diógenes mental de la serie luego de publicar El libro gordo de 31 Minutos por la misma Hueders el 2012.

Siguiendo una simple historia que tiene a Juanín como protagonista, los usuarios del libro (¿es válida esta definición?) de la edad que sea, puede intervenir y jugar, pintar, recortar, escribir y un cuanto hay sin mayores obligaciones. Pueden hacerlo en el sentido de la historia, desde el principio, o abrir una página al azar. Eso sí, lo recomiendo para lectores o en vías de serlo, porque se disfruta más interactuando con los textos. Notable el detalle de las ilustraciones, me encantó que los dibujos de los personajes fueran tal como si los hiciera un niño o un adulto que no sabe dibujarlos, esto los hace cercanos, amigables e invita a la espontaneidad.


Como no todo en la vida se trata de libros literarios estáticos, afortunadamente, y a pocos días del estreno de una nueva temporada de la serie, quienes crecimos con ella (aunque hayamos sido unos veinteañeros cuando vimos la primera temporada) contamos con este maravilloso ejemplar para usar, regalar o simplemente coleccionar entre El libro verde, El libro rojo, Montaña Bazofia, El libro gordo de 31 Minutos y Mburu.

Nota aparte merece la editorial Hueders por traernos libros tan fantásticos. En este mismo blog ya habíamos comentado Rino y Pajarito y esperamos pronto ir por Mira tú. Guía para perderse en Chile, también en sociedad con Aplaplac.




¿Dónde encontrarlo?
En todos lados